lunes, 21 de abril de 2014

El origen del problema

No acostumbro tener blogs, ni mucho menos acostumbro escribir algo relativamente parecido a un diario de vida. Sin embargo, me parece (de alguna forma) un lugar apropiado para escribir, más bien, un "diario de idea".
Esta idea es simple, es parte de un sueño, un sueño al cual no soy capaz de darle forma para poder explicarlo con palabras, pero al menos estoy seguro de que esta idea está cerca de ese sueño.
Siempre me han dicho, desde que era pequeño, que tenía que aprovechar mi vida, hacer lo que me gustaba y esforzarme por cumplir mis sueños. Pero ¿qué pasaría si nunca tenía sueños? ¿si no existía nada que me apasionase lo suficiente como para querer hacer de ello mi vida? ¿si todo me parecía inadecuado o insuficiente? Pues más o menos es eso lo que pasó.
Actualmente tengo 21 años, estudio Ciencia Política y Relaciones Internacionales y ya estoy en el cuarto año, uno más y estoy libre. Si alguien se pregunta por mis motivaciones de entrar a esta carrera, se debe principalmente a que, cuando me preguntaron qué quería estudiar, respondí lo primero que se me vino a la mente... o más bien, aquello de lo que no se me venía nada de nada a la mente. En otras palabras, no sabía nada de ciencia política, por eso entré a la carrera. Sabía algo sobre química, sobre física, mucho de historia y lenguaje, también entendía algo de música y de artes varias, de biología sabía un poco e incluso de arqueología comprendía algunos conceptos; pero de ciencia política, nada. Así que entré a la carrera no porque me apasionase el tema (en verdad, a ratos lo odio) sino porque no tenía algo mejor que hacer.
Como es obvio, todo lo que uno decide, eventualmente tiene efectos tanto agradables como desagradables. En mi caso, resultó que la segunda parte de mi carrera, la de "Relaciones Internacionales", realmente resultó interesante, tanto que logró motivar mi mente para investigar y escribir ensayos incluso cuando no los pedían para las clases. Sin embargo, la primera parte (que vendría siendo la mayoría de la carrera), se me hacía aburrida, y antes de darme cuenta ya estaba mirando por la ventana en clases, pensando en qué pasaría si ocurriese un terremoto en ese momento.
Las consecuencias finales de haber escogido estudiar esta carrera se vinieron a mostrar hace un año, cuando nació en mí la percepción de que, cuando estaba en clases, estaba perdiendo el tiempo. Miré hacia mi pasado y noté que llevaba 17 años de mi vida perdidos. Considerando que no creo vivir más de 60 años, eso significaba que había gastado casi un tercio de mi vida en ¿qué? Estudios.
No me malinterpreten, no digo que los estudios sean algo malo, pero definitivamente estaban lejos de ayudarme a encontrar aquello que, se supone, debía ser mi pasión. Todas las personas quieren algo en la vida. Algunos quieren enseñar, otros quieren poder, otros dinero, otros salvar gente. Yo quiero vivir una aventura, o al menos eso es lo que suena más cercano a lo que siento. La sed de aventura, digna de los grandes cuentos caballerescos de antaño, es algo innato en mí. Ha sido tan fuerte que mis intentos por reprimirla para poder conformarme con una vida normal me han llevado únicamente a que, cada cierto tiempo, se me escapen lo que yo llamo "ráfagas", es decir, pequeños impulsos que actúan fuera de mi conciencia pero que me llevan a tomar riesgos innecesarios, sólo por la incertidumbre y la cercanía a la aventura que esto pueda significarse. Así es como me he metido en líos realmente terribles donde, por suerte, siempre he salido limpio y nadie ha salido lastimado de ninguna forma. A veces creo que tengo demasiada suerte.
Así, finalmente he llegado a una suerte de punto crítico, donde apenas resisto estar en clases que apenas me interesan y donde no tengo motivación alguna por seguir estudiando. Y esto se debe a que pienso mi vida y, cuando miro a mi futuro como cientista político, sólo veo el levantarme de lunes a viernes, todos los meses del año, para proceder a ejecutar el mismo trabajo que, si bien puede variar en algunos aspectos, sigue siendo la misma rutina. SIEMPRE. Y da la mala suerte que yo odio la monotonía.
Por cosas como esta se me hace más atractivo quedarme en casa a ver series, jugar videojuegos o salir con mis amigos o simplemente tomar caminatas, en vez de dedicarme a estudiar. Estoy harto, y en verdad ya se me es demasiado difícil seguir aguantando.
A ratos pienso que debe hacer algo así como la típica depresión adolescente, sólo que yo no estoy deprimido ni soy adolescente. Pero luego me doy cuenta que siempre he tenido este sentimiento, y lo que más me dificulta la vida es tener que reprimirlo. 
A veces me gustaría simplemente tomar un machete, una mochila de campamento, tomar ropa y algunas provisiones, carpa y saco de dormir e irme a recorrer mi país. Pero luego pienso ¿qué tan factible es esto? Y me asusta saber que, en el fondo, sí es factible, sí es posible. Hace un año me fui de "mochileo" con uno de mis mejores amigos. Queríamos romper con la rutina y yo creí que con eso saciaría mi sed de aventura, sin embargo, me equivoqué terriblemente. No sólo no sacié mi sed, sino que comprendí que sí era posible mochilear por el país, pese a que todos decían que no se podía. Y aprendí tantas cosas, mucho más de lo que había aprendido en tres años de mi carrera, y ahí me di cuenta que la mejor maestra es la experiencia.
Y ahora, ahora me vuelvo a plantear si no podría dedicarme a hacer esto, a recorrer el mundo, a aprender de la vida. Quiero que cuando me encuentre en mi lecho de muerte, sea capaz de mirar hacia atrás en mi vida y decir "no me arrepiento de nada, viví una buena vida", algo que estoy seguro de que no podría decir si me conformo con el sueño estándar, ese sueño que a muchos les parece fantástico y que incluye tener una casa, un auto, familia y un perro. No, yo quiero algo distinto a eso.
Entonces, se preguntarán ¿qué te retiene? En parte es el no querer abandonar a mi familia, siento que me necesitan. Además, no sé por cuánto tiempo un viaje como ese sería viable, es decir ¿de dónde sacaré la comida? Aunque apuesto a que se me ocurre algo en el camino. Otra parte de mí me advierte que, si me voy de viaje solo, no pasará mucho antes de que empiece a hablarle a una pelota como mi mejor amigo o que comience a llevar conmigo la cabeza de un maniquí para tener con quien hablar.
¿Y por qué no te vas con alguien más? La respuesta es tan obvia que no debería ser necesario decirla, pero la verdad es que algunos pueden no entender que la gente que quiere lo que yo, escasea. Digo ¿quién estaría tan loco como para dejarlo todo e ir de viaje por el país sin nada de dinero? ¿quién estaría dispuesto a tomar el riesgo? Pues muy poca gente la verdad, muy poca gente.
Ahora sólo me encuentro en un estado al borde de la frustración, donde no sé si seré capaz siquiera de terminar esta carrera. 

...Quiero salir, quiero ver el mundo, sé que hay más ahí fuera.